Hoy celebramos la fiesta de San Juan Capistrano. Nació en el pueblo de Capistrano el 24 de junio de 1386.
En 1412, el Rey Ladislao de Nápoles lo nombró gobernador de Perugia. En 1416, cuando estalló la guerra entre Perugia y los Malatesta, Juan fue enviado como embajador a proponer la paz a los Malatesta. Sin embargo, lo metieron en prisión. Fue durante este encarcelamiento cuando empezó a pensar más seriamente sobre su alma.
A los 30 años de edad ingresó a la Orden Franciscana. Fue discípulo de san Bernardino de Siena quien le enseñó teología. En 1425 fue ordenado sacerdote. Desde este momento hasta su muerte trabajó incesantemente por la salvación de las almas. Atravesó toda Italia; y las multitudes que venían a escucharle eran tan grandes que a menudo tenía que predicar en plazas públicas.
Muchos jóvenes le seguían a la vida religiosa. Estableció comunidades franciscanas. Escribió extensivamente, sobre todo contra las herejías de su época. Muchos de sus sermones se conservan.
Juan tenía gran don para la diplomacia. Era sabio y prudente, sabiendo medir sus palabras para que estas sirvan la voluntad de Dios. Cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron nombrarlo obispo de importantes ciudades pero prefirió seguir siendo un pobre predicador.
Cuando los turcos conquistaron Constantinopla en 1453, se dispuso a preparar la defensa de Europa. Fue a Hungría y predicó una cruzada en defensa de la cristiandad.
Los musulmanes fueron vencidos y tuvieron que retirarse de la región ganándose así la batalla de Belgrado en julio de 1456. Habiendo quedado débil por todos sus esfuerzos, Juan contrajo una infección y murió el 23 de octubre de 1456.